lunes, 28 de octubre de 2013

Capítulo 11: Show must go on

¡Hola, tributos! En primer lugar, siento muchísimo el retraso, porque se supone que tenía que subir esta entrada durante la semana anterior (acabé los exámenes, que por cierto me han salido muchísimo mejor de lo que esperaba ^^, el miércoles), pero entre unas cosas y otras, los ensayos de danza para la función de Navidad etc., etc., etc... Pues eso, que hasta hoy nada :(.
¡Pero aquí vengo para solventar mi error! Sólo me queda deciros que sois increíbles, y que no me puedo creer que ya hayamos llegado a la friolera de ¡42 seguidores! Muchas gracias por continuar aquí a pesar de mi irregularidad :).
Bueno, tras mis sinceras disculpas, os dejo lo que de verdad importa: ¡el capítulo once! Disfrutadlo ;).



Inside my heart is breaking
My makeup maybe freaking
but my smile
Still stays on
                                                  Show must go on, QUEEN


CLOVE

-¡Si quieres que te peine Clove, te tendrás que dar un poco de prisa!
Ese comentario me hace soltar una carcajada involuntaria.
-¡No sé si te has dado cuenta Beth, de que la que quiere peinarme eres tú!
Un silencio que traduzco como haber dejado a mi hermana sin palabras.
-¡Aun así – responde al fin – no tardes! ¡No voy a ver a mi hermana en al menos una semana, y quiero que salga de casa guapa!
-¡Que ya casi estoy!
Me paso por encima de los hombros la ajustada camiseta negra que nos dieron en el centro, y abrocho con al sonido de “click”, una cómoda riñonera del mismo color. Observo mi reflejo en el espejo del pasillo y trago saliva; es la misma ropa que he usado para entrenar incontables veces con Dock, lo que me trae a la cabeza miles de pensamientos, de cosas infelices que me han pasado desde su muerte. Siento ganas de alejarme del mundo y su crueldad, de huir; pero desecho la idea rápidamente.
No puedo permitirme un solo instante más de debilidad.
Bajo las escaleras con paso ligero, hasta llegar a un baño cercano al salón donde está Bethany esperándome impaciente.
-¡Vamos! – apremia, y yo bufo
-Voy al bosque, no a una pasarela del Capitolio.
Me sienta en un taburete y coge el peine. Empieza a cepillar toda la melena negra hacia atrás, deshaciendo cada nudo que se encuentra con unos, en ocasiones, dolorosos tirones.
-Au. – me quejo, masajeando la “zona dañada” – Bethany, solo son las ocho y media. ¿De verdad necesitas tanto tiempo?
-Sí – contesta secamente. Cuando está concentrada en la música, el diseño de algún vestido (hace prácticas con una modista del centro del distrito), o arreglando a alguien, no se distraería ni aunque una guerra estallase a en la puerta de casa.
Después de una hora, la obra de mi hermana está terminada, y hasta alguien con tan poco interés en la belleza como yo, admitiría que tiene parte de maestría: aunque el recogido que ha hecho parezca sencillo, en realidad está realizado de forma que ni un solo pelo salga de la coleta hecha en la coronilla, sin dejar por ello de ser práctico y cómodo.
-Guau – susurro
-¿Ha merecido la pena, eh? Ahora podrás matar a Coy sin que él se dé cuenta siquiera – finaliza con un guiño.
Eso hace que la tímida sonrisa que se había formado en mi cara se desvanezca rápidamente.
-¿Qué? – pregunta preocupada
-Nada, nada – le calmo, aunque sé que ella nota que no se lo traga; sin embargo, es lo suficientemente discreta como para fingir que sí, y no responder. – Oye, me voy yendo ya, ¿vale? Hayden y las demás me están esperando.
-Por supuesto, no te preocupes.
Me levanto del taburete y corro a la puerta.
-¡Salgo ya! – grito a nadie en concreto
-¡Está bien! – responde mi padre, pero, justo cuando estoy a punto de cerrar, mi madre viene  a medio preparar.
-¡Espera, Clove!
Suspiro y me giro hacia ella.
-¿Qué pasa?
-¿De verdad que en ese entrenamiento de campo no salís heridos?
Pongo los ojos en blanco, y adopto el tono de una profesora cansada de regañar al mismo alumno otra vez.
-Mamá, ya te lo he explicado; es una recreación de los Juegos, pero no podemos herirnos. Las armas no están afiladas, llevamos protecciones en el torso, y en cuanto una se acerca a los sensores de los órganos vitales, pitan y “morimos”. Nos quedamos en el bosque hasta que solo queda uno “vivo”, con los monitores – añado al ver su mirada preocupada – vigilando de continuo para que no ocurra nada fuera de lo previsto.
Ella sigue pareciendo nerviosa. En realidad, no le culpo; su hija se va a ir durante una o dos semanas a un lugar desconocido, y no sabrá nada de ella hasta que se acabe el plazo.
-¿Segura? – inquiere - ¿Y no tenéis que llevar nada, de verdad?
-Segura mamá – le tranquilizo – Y ahora, ¡adiós!
Salgo escopetada dejándola con la palabra en la boca, al lado de la puerta. Quedé con el resto diez minutos atrás en la entrada del centro de entrenamiento, que está a media hora andando, por lo que si me doy prisa, llegaré con un mínimo de veinte minutos de retraso. Acelero, intentando no tropezar con los charcos embarrados a lo largo de todo el camino, algo raro de encontrar a finales de julio.
“Por favor, que no nos llueva” pienso.
Cuando llego, ya están todos esperándome, algunos, como Marietta, más impacientes que otros.
-¡Y llegó la princesa! – exclama burlona
-Oh, cállate – le respondo de la misma manera.
Un chico, vestido con la misma ropa oscura que yo, y poco más alto que la mayoría de las presentes, se acerca con la emoción tatuada en el rostro.
-Hola Knivey – saluda tímidamente – Muy guapa para estar a punto de “morir”.
-Agradéceselo a mi hermana, Coy – admito, medio sonriendo – Se empeñó en ello.
-¡Muchas gracias Bethany! – clama al cielo, haciendo que todos estallemos en carcajadas. Después, se acerca a mí y me besa suavemente.
Veo por el rabillo del ojo como Cato, que también está presente, aprieta los puños, y respondo con más fuerza a mi otro compañero.
Espera, esa parte de la historia no la conocéis, así que volvamos a donde nos quedamos la última vez: el día de los kayaks.
Tras mi casi muerte (real), y salvación por parte de Cato hace algo más de dos meses, este se fue separando poco a poco de mí. Es decir, no es que estuviésemos juntos entonces ni nada de eso, pero me refiero a que empezó a… evitarme. Al principio, era de una manera sutil, moderada: no me buscaba en los ejercicios por parejas, o se colocaba un poco más lejos a la hora de comer; sin embargo, tras de la cosecha, la cosa ha ido creciendo hasta ser descarado. Y con descarado me refiero a que, si tiene que acercarse a la zona en la que yo estoy entrenando para coger un cuchillo, una punta de lanza etcétera, o envía a otra persona, o directamente sigue practicando con un cuchillo mal afilado, o una cabeza escorada. Lo cual, me irrita bastante.
Por otro lado, Coy ha sido todo lo contrario; el día del accidente, la timidez que le impedía terminar de formar parte del grupo desapareció, y ha estado ayudándome en todo o que ha podido, acompañándome a casa, sirviéndome de pareja en los ejercicios y haciéndome sonreír cuando estaba de peor humor.
Hasta que hace un par de semanas, me pidió salir. Y yo le dije que sí.
¿Entonces con Cato, qué? Bueno, él ha sido el que me ha esquivado y se ha alejado cuando más lo necesitaba, no yo. Por lo que a mí respecta, ahora mismo se puede ir a la mierda. De hecho, mejor; será mi objetivo en el ejercicio de campo.
-Eh, parejita, me parece que ya es suficiente – comenta Hayden, y con una carcajada general (Cato, que bien podría haber pasado por una piedra, no incluido), Coy y yo nos separamos.
Los seis que, tras el traslado de los gemelos al Capitolio, constituimos actualmente el grupo especial, entramos juntos y nos dirigimos al comedor, en el que las mesas han vuelto a su situación del día de la competición de baile. En el centro, los entrenadores esperan a que todo el mundo llegue.
-Tarde – nos recrimina una mujer cercana a los treinta años de gesto serio y mandíbula cuadrada.
-Culpa suya – me señalan todos (esta vez casi liderados por Cato) al unísono.
-Oh, gracias – susurro sarcásticamente.
Nos colocamos en una esquina, y esperamos a que los entrenadores cierren las puertas. Cuando lo hacen, la misma mujer que nos ha regañado minutos antes, empieza a hablar.
-Bienvenidos, alumnos del Centro de Entrenamiento 2 – en el Distrito 2 hay seis centros registrados y respetados por los agentes en total, y, cuando se trata de actividades comunes como el ejercicio de campo, viene un representante del ayuntamiento a explicarnos las cosas. – Estamos aquí para comenzar con el pequeño taller preparatorio de inmersión total para los Juegos del Hambre. Como ya sabéis…
Me alejo del monólogo mientras explica las normas, pues ya las he aprendido de memoria: imitamos por completo la competición, con las excepciones de las armas que no hieren y las protecciones en el torso con los sensores. Bastante fácil en teoría.
-Y sin más dilación – vuelvo a prestar atención – vayamos con la convocatoria de los cuatro alumnos que tendrán el placer de representar al Centro de Entrenamiento 2. – aunque supuestamente es secreto, todos sabemos quiénes van a ir, escogidos de entre una lista de voluntarios. El resto de los presentes, solo están aquí para observar desde fuera cómo se desarrollará todo, e intentar aprender así lo máximo posible. – En primer lugar, Cato Underneath.
Mi compañero da un paso al frente, y es vitoreado, a la par que le estampan en la parte trasera de la camiseta un dos. Por supuesto, la gran mayoría de los seleccionados, forman parte de los grupos especiales de cada centro.
-En segundo lugar, Clover Ringer.
Esta vez, soy yo la que se adelanta, aunque el resto es igual que en el caso anterior, quizás con menos aplausos.
“Ya verán” pienso.
-En tercer lugar, Alline Freshtine.
Se trata de una chica del último curso, corpulenta y con el cabello oscuro, corto y grasiento. Podría haber pasado por un hombre con necesidad de un corte de pelo perfectamente.
-Y por último, Coy Solver.
Mi novio da un paso al frente, y mientras le vitorean (y he de admitir, algunos cuchichean por qué se habrá elegido a un chico con un físico tan poco sorprendente), me lanza una cálida sonrisa.
Yo se la devuelvo, aunque la mía es mil veces más fría. No sé ser simpática.
-Bien, vosotros ahora, seguidme. Vamos a la Arena.
Durante el breve camino hasta el coche que nos llevará a nuestro destino, Coy rápidamente se acerca a mí, mientras que Alline hace lo propio con Cato, y se pone a hablar con él en voz baja.
-Tú y yo somos aliados, ¿verdad? – me pregunta mi compañero. Asiento, haciendo un gesto con la mano para que se calle, intentando escuchar la conversación que tiene lugar detrás de mí.
-Mira – está susurrando la “chica” – en el peor de los casos, no me importaría juntarme con el niño, pero está claro que no se separará de la otra, y con esa sí que no. – aprieto los puños ante ese comentario y me parece ver que, ¿Cato gruñe?
-Por mí con ninguno de los dos. Van en mi grupo, y podemos pasar sin ellos  - no, visto su comentario está claro que me lo he imaginado; solo consigue que la ira hierva más en mi interior.
Me giro para quedar cara a cara con la única persona que parece querer estar conmigo.
-Coy, cariño…
-¿Sí? – pregunta preocupado. No le llamo cariño si no estoy muy enfadada, y él lo sabe.
-Por lo que no tengo, que vamos a machacarles en ese ejercicio.

FIN DEL CAPÍTULO 11


Espero que os haya gustado y os quedéis con ganas de más para la próxima semana :D.... Y aunque no lo haya hecho, aunque lo odiéis, aunque queráis tirarme las chuches de Halloween del año pasado (?), etc., etc., etc.... Agradezco cualquier comentario :D.
¡Un beso, y feliz lunes!

2 comentarios:

  1. Hoolaa :) Por fin subiste el capi, he de reconocer que empecé a leerlo ayer, pero lo terminé ahora y es increíble, aunque... que Cato y Clove este separados... no pensé el él fuera a apartarse de ella de verdad. No estoy muy preocupada porque no se que me da que en la prueba van a aflorar los celos y algo va a pasar o más valdría que algo pasara ¬¬ jajaja
    Bueno, espero el siguiente con muchas ganas. Beesoos :)

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    1. Jajaja habrá que esperar para verlo ;D.
      ¡Un besazo Elena!

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